"HASTA LUEGO, PERÚ"
Hace una semana (15 de noviembre) tuve cita en la Comisaría General de Extranjería y Fronteras. Sí, aquí la tarjeta de identidad extranjera (la famosa y tan ansiada TIE) la tramita la policía. Los que cruzamos el charco esperamos con ansias este documento porque es como nuestro DNI, ya que estaremos un largo periodo por estas tierras. Una vez que esté en nuestras manos, podremos transitar con total libertad y tranquilidad por Europa (si no estamos chiuan, claro).
La Comisaría parece más una oficina de Migraciones de Perú: varios cubículos con personas vestidas de civil que revisan los documentos solicitados para continuar con el trámite. El proceso parecía rápido: gente de todo el mundo entraba y salía. En el cubículo 9, un hombre muy alto, blanco, de ojos azules y sonrisa amable me esperaba. Su fotocheck decía que se llamaba Cataluña (no le pregunté si era independentista).
Cuando revisó mi pasaporte y vio que era peruana, sonrió aún más y me dijo: "Mi hijo llegó a Perú el día en que usted llegó a España". De inmediato empezó a buscar su celular y me enseñó las fotos que su hijo le había enviado desde Cusco, Arequipa y Lima. "Tu tierra es hermosa", comentó sin dejar de mostrarme las fotos. Tenía la postal en Machu Picchu, la montaña de los siete colores, los cóndores en el cañón del Colca, el Centro Histórico de Lima. Al igual que Cataluña, yo tampoco dejaba de sonreír. El trámite podía esperar.
Cuando llegó a la última imagen, soltó un suspiro y dijo: "Espero ser el próximo en ir a Perú". La piel se me puso de gallina, pero no de nervios o temor, sino de emoción, esa que solo experimentas cuando estás lejos de tu tierra. Dejó el celular a un lado y retomamos el procedimiento, sin dejar de sonreír. Después de registrar mis huellas y recibir las indicaciones finales, me levanté y le agradecí por su atención. Su despedida fue la mejor de todas: "Hasta luego, Perú".
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